Con solo acercar la mano al agua
de ella emana frío, la brisa que arrastra
el aliento que emerge de mi cuerpo y
que se disipa entre la bruma de la mañana.
Escondida entre la penumbra y el despertar
sin sueño, cerca estoy del filo de la navaja
que se tatuó en mi cuello.
El eco de mis últimos latidos resuena
en la viejas dependencias, vacías y
llenas de polvo, la madera putrefacta
embellece cada recoveco, que habitó
una vez mi alma.
Fluye la sangre desde mi garganta
al húmedo suelo de mármol, que tantas
lágrimas a recogido, siendo testigo de los
gritos de silencio que salían de mi pecho
y en ellos se quedó grabado el recuerdo;
de una mirada aterradora, unas manos
llenas de odio y un corazón herido...
de ella emana frío, la brisa que arrastra
el aliento que emerge de mi cuerpo y
que se disipa entre la bruma de la mañana.
Escondida entre la penumbra y el despertar
sin sueño, cerca estoy del filo de la navaja
que se tatuó en mi cuello.
El eco de mis últimos latidos resuena
en la viejas dependencias, vacías y
llenas de polvo, la madera putrefacta
embellece cada recoveco, que habitó
una vez mi alma.
Fluye la sangre desde mi garganta
al húmedo suelo de mármol, que tantas
lágrimas a recogido, siendo testigo de los
gritos de silencio que salían de mi pecho
y en ellos se quedó grabado el recuerdo;
de una mirada aterradora, unas manos
llenas de odio y un corazón herido...
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