miércoles, 17 de mayo de 2017

Madre

Se escuchaba desde lo lejos
el tronar de sus herraduras
contra el suelo, mi corazón
latía sin control, sabia que
mi fin se acercaba por cada
cabalgada.

Lento muy lento se acercaron
los cuatro. Cuatro jinetes de
ojos rojos y túnicas negras
señalaban donde reposaba
mi cuerpo.

Mis ojos se abrieron con fuerza,
la espada que mis manos llevaban
con gran fuerza la agarraban,
un estallido de la nada salió,
como un relámpago mi alma atravesó
mis brazos se alzaron y la espada cayó.

Los cuatro jinetes de sus monturas
descendieron, ante mi se arrodillaron
—¡Mi reina!—. Me llamo el primero
empezando por la izquierda,
—¡Mi dama!— menciono el segundo
—¡Mi señora!— el tercero me llamo
con ímpetu, —¡Mi ángel!— el cuarto
y último jinete así me llamo y una
túnica blanca me entrego y los
cuatro jinetes a la vez alzaron su voz.
—¡Bienvenida, de nuevo a la vida! ¡Madre!—.



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