miércoles, 17 de mayo de 2017

Madre II

Dos de los jinetes se
acercaron, el jinete de
la derecha con una suave
voz me susurro.
—De nuevo juntos, después
de mil años sin vuestra
presencia, ángel nuestro.
Termino con un beso en
mi mano.

De mis eternos ojos
descendieron dos lágrimas
tan frías como mi alma se
encontraba.

El jinete de la izquierda
me miró y con una sonrisa
burlona me elevó a una
montura, mientras rezaba en
lengua muerta. —Madre del frío,
madre de la vida y nuestra muerte.

Heladas se quedaron mis voces
mientras avanzabamos sin destino
ni propósito, aterrada aclamaba
al cielo.

Cuatro jinetes empezaron
siendo, un tiempo cabalgando
tres más se unieron, más tiempo
pasó, cuando un ejército de jinetes
de ojos rojos y túnicas negras hijos
míos proclamaron su presencia.

Pasaron semanas, meses sin
descanso, desfallecida y sin
aliento caí al frío de un valle,
apenas podía vislumbrar más
allá de la niebla gélida, mi
corazón ignoraba la llegada
de la guerra entre hombres
y dioses que nunca pudo
ser contada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario