domingo, 3 de junio de 2018

La más cobarde

Siento como el vacío se clava en mi pecho,
como el aire deja de serle útil a mis pulmones
como el latido de mi corazón, abandona sin 
cuestionar la razón, una razón de peso.

Lentamente alterando cada molécula y 
átomo de mi cuerpo, va escogiendo un 
camino propio sin pensar, sin sentir, 
sin elegir, saben muy bien 
qué es lo que están haciendo.

La desintegración de mi alma da 
comienzo luces, como de luciérnagas 
se alzan al vuelo a la luz de la luna y 
al cobijo de su sombra.

Brisa, una brisa las arrastra hasta el 
centro de un bosque desierto donde se 
perderá su pista, donde cada paso da 
comienzo del final que siempre estuvo 
esperando, a pesar de ello una parte de ella, 
se niega a marcharse, y la otra coge el impulso  
para desplegar sus alas las cuales heridas y 
rotas las arrastró estando en vida… una vida sin 
risas y llenas de lágrimas tan grandes como el 
vasto océano y frías como el hielo.

Plegarias sin creencias mencionaba sus 
cuerdas vocales, un silencio tan atronador 
que movió el suelo que pisaba y en él, 
allí mi cuerpo ya descansaba, ella, mi alma se 
despidió de la tortura que le atormentaba
con una sonrisa casi de oreja a oreja y a la 
vez con tristeza en su mirada, despidiéndose 
de los ángeles que le acompañaba en vida; 
quedándose en el oscuro, frío y desolador 
mundo del cual huían, solo que una 
logró hacerlo y … no fue la mejor de las maneras, 
si no la más cobarde de todas.

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